He escuchado decir que ahora que ha ganado las elecciones, García-Page volverá a ser socialista. No es del todo cierto porque las políticas del presidente de Castilla-La Mancha han sido, son y serán socialistas, las políticas que importan, las que aprueba su gobierno y las leyes que tramita en las Cortes Regionales. Unas medidas sociales que, por cierto y obviamente, están en las antípodas de las políticas reales que aprobaba Cospedal cuando presidió el gobierno del PP en Castilla-La Mancha.

Esas políticas, que son lo que de verdad importa y que ha aprobado Page en Castilla-La Mancha son muy similares a las impulsadas por Pedro Sánchez en España, muy lejos también de la mediocridad, las privatizaciones de la sanidad y la corrupción del PP de Cospedal y Rajoy.

Entonces, ¿por qué existe la impresión de que Page ha dado ostensiblemente la espalda a Sánchez y al Partido Socialista?

La respuesta es un complejo episodio más del fin que justifica los medios. 

Hay que situarse fuera o al margen de las políticas verdaderas, en la avalancha incontenible de bulos y estrategias lanzadas por la derecha y la ultraderecha -que son la misma cosa- para incitar al odio hacia el gobierno de España, hacia Sánchez y hacia el PSOE. Una auténtica sarta de estupideces y de mentiras que toman cuerpo y adquieren tintes de realidad gracias a una perfecta y bien coordinada estrategia de políticos, actores y actrices mediocres y secundarios como Feijóo y Ayuso, y medios de comunicación, perfectamente ensamblados en una sublime, tosca y maquiavélica puesta en escena que utiliza medias verdades y tantos altavoces que se convierte en una realidad paralela casi imposible de desmontar y hasta de explicar. Pero ahí está, amenazando con convertirse en un nuevo alud imparable ante las generales, empañando e incluso sustituyendo a la realidad de unas políticas sociales de Page y Sánchez que, además, han sacado a España y a Castilla La Mancha con éxito de grandes crisis sanitarias y económicas, crisis también utilizadas por la fantástica maquinaria de la derecha en forma de heraldos negros que pronosticaron desastres humanos, recesiones y el peor futuro para España y los españoles. 

En esa mascarada de la derecha o de quienes manejan en la sombra el negocio de la derecha con el simple objetivo de retomar el poder, ha jugado un papel decisivo la llamada izquierda de Podemos, con unos líderes que también han subido a su propio escenario para enfrentarse al PSOE, lo que ha servido a la derecha para exhibir su empecinamiento y torpeza mayúscula como sucedió con el Sí es si. A ver si les ha quedado ya claro que la división en la izquierda no renta y menos para quien la práctica con juegos malabares. El 15M iban a alcanzar el cielo y el 28M han tocado tierra.

Al final, las maniobras de esa izquierda han sido mucho más útiles para el montaje de esa realidad paralela de la derecha, han caído en la trampa como moscas en su tela de araña.

Tal vez pueda echarse en cara a García-Page que haya tratado de huir de la quema de Sánchez para salvar los muebles en Castilla-La Mancha, consciente de la casi imposible tarea didáctica de explicar o desmontar ese entramado ficticio de la derecha, aunque en realidad sea mucho más endeble e irreal que las políticas reales, sociales, humanas y cercanas de los gobiernos de Page y Sánchez. Pero el montaje resulta para muchos una realidad de odio más atractiva incluso que la solución de sus problemas. Por eso embarran las campañas electorales porque no tienen nada real que ofrecer, ni nada de lo que sentirse orgullosos para pedir el apoyo de los ciudadanos.

ETA ya no existe, pero tampoco Cospedal estuvo en Manzanares en el 40 aniversario de Castilla-La Mancha, el Día de la región donde si asistieron Bono y Barreda, ambos en su sitio y orgullosos de haber trabajado por su tierra que realmente avanza.

Ahora es el momento de la unidad para evitar el triunfo del gobierno de los impostores