el año 2000, y por sorpresa, un bisoño diputado por León derrocó al entonces presidente de Castilla-La Mancha, José Bono, en el XXXV Congreso del PSOE, celebrado bajo el shock de la mayoría absoluta de José María Aznar ese mismo año, que obligó a renovar el liderazgo socialista. González apostó por Bono, y perdió. Y tuvo que ver al que no era su candidato, y al que ni siquiera conocía, liderar el partido y en apenas cuatro años, también por sorpresa, llegar La Moncloa. En los siete años de Zapatero en el poder, González mantuvo un importante nivel de interlocución, e incluso de influencia, sobre un Gobierno que tuvo ministros que lo habían sido antes con él, como el titular de Economía, Pedro Solbes, aunque no dejó de ejercer como ‘pepito grillo’, cosa que irritaba en Moncloa.

Tras la salida del poder de Zapatero en 2011, el desencuentro no ha hecho, y ha pasado ya más de una década, más que agravarse. Es obvio que hay un choque generacional, entre uno de los líderes históricos de la Transición y una persona que se inició en política ya en democracia, pero es mucho más lo que les separa.

América Latina

El problema territorial español, y sus distintas ideas y políticas al respecto, y la relación de ambos con América Latina, donde los dos viajan a menudo y aspiran a tener un papel influyente, son los núcleos esenciales de su desencuentro. Ajustando más el foco, esa rivalidad tiene dos nombres: Venezuela y Cataluña.