Tan reñida es la partida prevista para el domingo que ni un solo voto es despreciable (bueno, sí, son despreciables los votos comprados, y aún más despreciables quienes pagan por ellos y quienes estuvieran dispuestos a aprovecharlos, por anecdóticos que sean los casos de Melilla o de Mojácar). Este jueves, 25, es el último día en que pueden votar los españoles residentes en el extranjero en las urnas dispuestas en embajadas y consulados si no lo han hecho antes por correo certificado. Para las comunidades en las que se celebran comicios suman un total de 1.055.653 electores, con la novedad de que se trata de la primera vez que lo hacen tras la reforma que puso fin al llamado ‘voto rogado’ que convertía en un calvario burocrático la ejecución del derecho a voto. La distribución de ese millón largo de electores (es decir, de aquellos que voten) entre las circunscripciones provinciales correspondientes hace muy difícil que los “emigrantes” tengan influencia decisiva en los resultados. Pero si se cumple el insistente pronóstico de que este 28M habrá escaños que bailen por un puñado de votos, y gobiernos que se muevan en el alambre por un solo escaño, entonces puede que el tan ignorado CERA (Censo de Españoles Residentes Ausentes) se vuelva determinante…