Durante un mes lunar, la práctica totalidad de los miles de musulmanes que viven en el Campo de Gibraltar (un número sobre el que no hay de momento datos fiables) se han abstenido de comida y bebida desde el amanecer hasta la puesta de sol. Quienes, por enfermedad temporal, embarazo, viaje o consejo médico no han ayunado, habrán tenido que dar de comer esos días a una persona necesitada y recuperar el día de ayuno más adelante.
El Ramadán, que es un periodo de purificación personal mediante el sacrificio del ayuno, la oración y la caridad, entraña una especial dificultad para estudiantes, trabajadores y deportistas en los países aconfesionales, en los que los horarios escolares, comerciales o laborales no se adaptan al horario del ayuno. En muchos países musulmanes, como Marruecos, donde sí se ajustan muchos horarios, ingerir alimentos o agua en público durante el Ramadán es un delito penado con hasta seis meses de cárcel.
Al no corresponderse el calendario islámico, basado en los ciclos de la luna, con el gregoriano, cada año el Ramadán se adelanta unos 10 días. Las horas en las que hay que ayunar cuando el Ramadán cae en junio (con días de 15 horas de luz) no son las mismas que en diciembre (9 horas de luz), ni la temperatura ambiente con la que debe el musulmán privarse de agua, tampoco.